Aprender no es aburrido, a pesar de que muchos profesores se empeñen en mostrar lo contrario. Aprender requiere esfuerzo, sin duda, pero no es aburrido, al menos, no lo es siempre como nos empeñamos insistentemente los profesores proponiendo en clase siempre las mismas cosas una y otra vez.
Tras dos días de clase, mi hija que estudia 2º de ESO volvió a casa contenta porque “un profesor había conseguido hacerles reír y preguntarles cosas personales” mientras que la mayoría se habían limitado a decirles lo importante y difícil de su asignatura, que tenían que estudiar mucho, bla, bla, bla…desde luego, que no fueran a clase sin libros de texto, patrimonio del saber que hay que memorizar adecuadamente en cómodas dosis para demostrar que se aprende. Sin embargo, unos días después se acabó la magia:
Papá, es un rollo, no hacemos nada más que estar sentados toda la mañana escuchando a un profesor detrás de otro…
No te preocupes, seguro que usáis los ordenadores, trabajáis en equipo, investigáis, vais al laboratorio, utilizáis Internet…
¡¡Qué dices!! Ni siquiera nos llevan a la sala de ordenadores. Todo el día en clase, como siempre. Encima con el bilingüe tenemos más horas… yo no quiero esto.
No estoy seguro de que los que estemos leyendo esta entrada y seamos profesores pudiéramos aguantar lo que pedimos a nuestros alumnos: concentración extrema para seguir explicaciones magistrales, toma de apuntes autónoma, interés infinito por nuestra asignatura, comprensión de la importancia capital de nuestra asignatura, exigencia de memorización de los contenidos, etc, etc. sólo porque tenemos que hacerlo, porque es nuestra obligación como estudiantes (...).
(Del Blog "EDUCADORES 21" de Víctor Cuevas)
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